N. 1685: “Olvídate de ti misma y permanece continuamente Conmigo. Confíame todo y no hagas nada por tu cuenta y tendrás siempre una gran libertad de espíritu.”
N. 1686: ¡Oh, Amor mío!, mi Maestro Eterno, qué bueno es obedecer, porque con la obediencia entra en el alma la fortaleza y la fuerza para obrar.
N. 1687: “He aquí los tesoros de las gracias que fluyen sobre las almas, pero no todas las almas saben aprovecharse de Mi generosidad.”
N. 1690: “Hija Mía, dame almas; has de saber que tu misión es la de conquistarme almas con la oración y el sacrificio, animándolas a la confianza en Mi misericordia.”
N. 1691: Que caigan sobre mi toda deshonra, humillación y degradación, con tal de que resuene la gloria y el culto a Tu misericordia; a mí esto me basta.
N. 1695: “Me alegro de que te hayas comportado como Mi verdadera hija. Sé siempre misericordiosa como Yo soy misericordioso… “
N. 1695: “… Ama a todos por amor a Mi; también a tus más grandes enemigos, para que mi misericordia pueda reflejarse plenamente en tu corazón.”
N. 1698: Aún ya en la agonía misma Dios misericordioso da al alma un momento de lucidez interior y si el alma quiere, tiene la posibilidad de volver a Dios. Pero a veces, en las almas hay una dureza tan grande que conscientemente eligen el infierno.
N. 1701: “He sido tu Maestro; lo soy y lo seré. Procura que tu corazón se asemeje a Mi Corazón manso y humilde. No reclames nunca tus derechos. Soporta con gran calma y paciencia todo lo que te pase…”
N. 1701 “… No te defiendas cuando toda la vergüenza recaiga sobre ti injustamente; deja que triunfen los demás. No dejes de ser buena si adviertes que abusan de tu bondad; cuando sea necesario Yo mismo intervendré en tu favor…”
N. 1701: “… Sé agradecida por la más pequeña gracia Mía, porque esta gracia Me obliga a concederte nuevas gracias.”
N. 1702: “Los grandes pecados del mundo hieren Mi Corazón algo superficialmente, pero los pecados de un alma elegida traspasan Mi Corazón por completo.”
N. 1705: “He salido a tu encuentro para colmarte de nuevas gracias. Busco las almas que quieran aceptar Mis gracias.”
N. 1708: Cuando me encuentre en mi lecho de muerte, que el último latido de mi corazón sea un himno amoroso de alabanza a Tu insondable misericordia.
N. 1711: La Virgen me dijo: La verdadera grandeza del alma consiste en amar a Dios y humillarse en su presencia, olvidarse por completo de sí mismo y tenerse por nada, porque el Señor es grande, pero se complace sólo en los humildes mientras rechaza siempre a los soberbios.
N. 1717: “Hay almas en las que no puedo hacer nada; son las almas que investigan continuamente a las demás sin ver lo que pasa en su propio interior.”
N. 1718: Una silenciosa conversación Contigo, a solas, es como vivir momentos celestiales.
N. 1721: Amor mío, reina en los más secretos rincones de mi corazón, allí donde se engendran mis pensamientos más secretos, donde sólo Tú Señor, tienes acceso; en este más profundo santuario donde el pensamiento humano no es capaz de llegar…
N. 1721: … Permanece allí sólo Tú y que de Ti provenga todo lo que haga por fuera.
N. 1722: “Si no me ataras las manos, enviaría muchos castigos sobre la tierra. Hija Mía, tu mirada desarma Mi ira; aunque tu boca calla, Me llamas con tal fuerza que todo el cielo se estremece.”
N. 1724: Hoy, más que nunca sentí la Pasión del Señor en mi cuerpo. Sentí que fue por un pecador agonizante.
N. 1728: “No puedo amar al alma manchada por un pecado, pero cuando se arrepiente, entonces Mi generosidad para ella no conoce límites. Mi misericordia la abraza y justifica.”